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Editorial En
diversos foros sobre la salud se pone de manifiesto, cada vez con más contundencia,
el problema creciente que supone la enfermedad renal en la población
española.
Según el Instituto Nacional de Estadística
España tiene una población de 44.708.964 habitantes, la edad
media de la población residente en España es de 40,0 años
y la esperanza de vida está situada en los 78,71 años de media.
En
nuestra sociedad se han producido cambios importantes: el descenso de la natalidad
y mortalidad, el aumento de la esperanza de vida (transición demográfica),
el desplazamiento en la prevalencia de las enfermedades trasmisibles a las
no trasmisibles, el incremento de las enfermedades crónicas con sus
secuelas y discapacidades, el movimiento migratorio actual en España, y
finalmente el aumento de los hábitos de vida no saludables.
La
Organización Mundial de la Salud en 1999 ya señalaba que el
rápido aumento de las enfermedades no transmisibles representaría
uno de los desafíos más importantes del próximo siglo.
Las
enfermedades no transmisibles tienen factores determinantes vinculados al estilo
de vida (tabaquismo, estrés, alcoholismo, dietas no saludables, sedentarismo)
que modificados preventivamente reducen el riesgo de presentar episodios cardiovasculares,
diabetes, obesidad, cáncer, hipertensión arterial, dislipemias
o enfermedad renal, por lo tanto, el campo de actuación del equipo de salud
está situado en la promoción de la salud y en la modificación
de los hábitos no saludables.
Las estrategias de educación
para la salud deben ir dirigidas a distintos grupos de población: la población general,
adulta e infantil en la que debemos centrar la promoción de hábitos
saludables, evitando así la aparición de factores de riesgo y
la población que presenta factores de riesgo a tratar o modificar y
en los que se debe diagnosticar la enfermedad tempranamente.
En resumen
el envejecimiento de la población, el cambio del patrón epidemiológico,
junto a la cronificación de enfermedades agudas y a que las personas
que anteriormente hubieran fallecido por diferentes enfermedades ahora pueden
vivir muchos más años durante los que se añaden otras patologías, son
elementos relevantes en el escenario de la salud en nuestro país.
Los
datos de la Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud (EDDES),
recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), revelan que
19 millones de españoles padecen enfermedades crónicas, independientemente
de si son tratadas o no. De ellos, entre cinco y siete millones de personas
reciben asistencia de forma sistemática y continua, aunque hay un gran
número de enfermos que no acuden a recibir asistencia sistemática
y que incluso no están en tratamiento alguno.
Otros aspectos importantes
a considerar, en esta reflexión, son el autoconsumo de medicamentos sin prescripción
médica o asesoramiento farmacéutico, el incumplimiento terapéutico,
el aumento de pacientes polimedicados, la insuficiente información de
los ciudadanos sobre las posibles interacciones de los medicamentos entre sí
y la idiosincrasia de cada individuo ante los efectos adversos e indeseados de
los mismos, todos ellos conducen al aumento de la producción de efectos
nocivos derivados de la mala utilización de los medicamentos. Como consecuencia
se produce el correspondiente ingreso en urgencias de los centros hospitalarios
sanitarios por errores en el consumo de medicamentos y, como primera causa,
por la dosificación incorrecta, llegando a suponer en España el
2,2 por ciento de los ingresos en urgencias.
De cara a estimar el aumento
de la demanda de servicios sanitarios en España es necesario tener en cuenta
no sólo los cambios demográficos, sino también la innovación
tecnológica (nuevas técnicas y medicamentos), el uso de las nuevas
tecnologías, la modificación de las expectativas ciudadanas y la medicalización
de los procesos vitales, todo ello ha acrecentado el nivel de exigencia de las
prestaciones en cantidad, calidad y diversidad.
Es evidente que un paciente
informado y protagonista principal de su enfermedad afrontará mejor su patología,
asumirá sus autocuidados, se adaptará y cumplirá mejor su
tratamiento y será a su vez una persona activa, exigente y participativa
en el proceso de su enfermedad.
Los individuos y las comunidades necesitan
información y asesoramiento para aumentar su responsabilidad sobre su
salud y su autocuidado, el papel de la enfermera/o es fundamental en este campo
ya que es un agente educador y entrenador en conductas, actitudes y hábitos.
La
intervención enfermera en la educación para la salud debe propiciar
la autonomía de la persona en sus cuidados, aportar la información
necesaria para que sea capaz de tomar decisiones respecto a su salud, enfermedad
y tratamiento de la misma, tener una relación de ayuda en el proceso de
adaptación a la enfermedad y poner al alcance de la persona todos los
recursos sanitarios y sociales de los que dispone. La Enfermedad Renal Crónica
representa uno de los principales problemas de salud pública del siglo XXI,
tanto por su elevada prevalencia, como por su importante morbimortalidad cardiovascular.
En el año 2005, más de 40.000 personas en España estuvieron
en tratamiento renal sustitutivo y se estima que esta cifra crecerá
al menos en el 50% en los próximos 10 años por todos los aspectos
anteriormente dichos.
Los grupos de más alto riesgo de desarrollar
esta enfermedad y sobre los que deben centrar su mayor atención el equipo
sanitario los constituyen los diabéticos, los hipertensos y las personas
mayores. Ante los datos comentados parece necesaria la puesta en marcha de
un programa de salud renal que implique a todas las estructuras y niveles sanitarios.
El
realizar un programa de salud renal requiere recursos humanos y económicos
suficientes para llevarlo acabo y el compromiso de los profesionales junto
a la coordinación y formación de los mismos tanto en Atención
Primaria como en Especializada, es decir, el programa de salud renal debe hacer sostenible
la asistencia integral de los pacientes con posibilidad de sufrir enfermedad renal
y de los que ya la sufren, teniendo en cuenta sus aspectos físicos,
psicológicos, emocionales, sociales y culturales.
Forzosamente se
trata de una atención individualizada, continuada e integrada, interrelacionando
los elementos de promoción, prevención, tratamiento, rehabilitación
y reinserción social coordinando funcionalmente las estructuras y niveles
del sistema sanitario y garantizando a la persona la continuidad de cuidados.
Recapitulando,
el objetivo que debemos perseguir es el de mejorar, en este caso, la salud renal
de la población española promoviendo la educación para
la salud y los hábitos saludables, suscitando la integración de
los cuidados de salud renal en los centros de Atención Primaria y de Especializada,
detectando precozmente la enfermedad renal en las poblaciones de riesgo y optimizando
el cuidado de los pacientes en todas las etapas de la enfermedad renal.
Mª
Victoria Miranda Camarero Vocal de Docencia volver
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